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Estigmas, un gran misterio












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Los estigmas son una especie de marca, una señal en forma de lesión, surgida sin origen físico aparente, que imita cualquiera de las heridas recibidas por Cristo durante su tortura.

San Franciso de Asís está considerado como el primer estigmatizado de la historia.

Los más frecuentes e importantes por su profundo simbolismo son las lesiones que reproducen las cinco llagas: las perforaciones en pies y manos y la herida de la lanza en el costado del cuerpo. También se añade las heridas del hombropor el “peso de la cruz”.



Una mujer, de nombre Louise Lateau, portaba un estigma cuyo efecto era tan intenso que inutilizaba su brazo derecho. También aparecen estigmas sobre la espalda, en forma de latigazos, reproduciendo la flagelación. El padre Pío, entre otros, presentaba este estigma, como lo atestiguaban diferentes fotografías de sus camisas.

Teresa Neumann también apareció con todo el cuerpo lleno de estigmas.

Cuando todas estas marcas se dan simultáneamente, se habla de estigmatización completa. Uno de los pocos “estigmatizados completos” fue Catherine de Ricci, quien durante doce años, entre el jueves y el viernes, presentaba las cinco llagas, la corona de espinas, los azotes y el estigma del hombro.

Francesco Forgione, conocido como el padre Pío, fue un enigma viviente para médicos y especialistas hasta su muerte en 1968. Ingresó a los quince años en un monasterio y hacia el año 1915 sufrió una experiencia que marcó su vida. Tuvo una visión de Cristo mientras se encontraba arrodillado en un banco de la iglesia donde acababa de decir misa. Difícilmente pudo explicar su vivencia: “Sentí como si me fuera a morir… La visión se desvaneció y advertí que mis manos, pies y costado estaban perforados y sangrando profusamente”.

Intentó ocultar sus heridas, pero fue inútil. Los responsables del monasterio le pusieron bajo la tutela de diferentes autoridades médicas que estudiaron de cerca las heridas. De modo prácticamente unánime, reconocieron que éstas atravesaban completamente sus manos, despedían un aroma agradable y ningún tratamiento había sido útil para curarlas. No tenían explicación alguna para el suceso.

Como si parte de esa luz hubiera quedado impresionada en las heridas, en algunos casos los estigmas desprenden una extraña luminosidad, a veces con formas iridiscentes, como afirman los testigos de la estigmatizada del siglo XVII Jeanne-Marie Bonomo.

Otra característica que diferencia a los estigmas de las lesiones naturales es que las heridas – que no sufren procesos de infección, pero tampoco pueden curarse – sangran de forma cíclica, en mayor o menor medida y según los casos, coincidiendo con fiestas religiosas asociadas a Cristo o la Cruz. Es sobre todo el Viernes Santo cuando su actividad se recrudece, como si algo o alguien, ya sea Dios o la mente del místico, tratara de enfatizar el momento cumbre de la Pasión.



La propia sangre del estigmatizado no es menos sorprendente. A menudo, como en el caso del padre Pío o de Jeanne de la Croix, exhala agradables perfumes; en otros casos mantiene una elevada temperatura y calienta los objetos que toca, o rompe las vasijas en las que es introducida. Pero sin duda el fenómeno más sorprendente y que ha dejado perplejos a los que han podido observarlo es el de la sangre fluyendo en direcciones insólitas, desafiando literalmente a las leyes de la gravedad y corriendo de la misma forma en que lo haría si el estigmatizado estuviera crucificado. Así se observó en Teresa Neumann. Pese a estar tendida sobre su lecho, la sangre que manaba de las llagas de su pie corría hacia los dedos en lugar de dirigirse hacia los talones, como si realmente tuviera los pies sobre la cruz.